jueves, 7 de agosto de 2014

Capítulo 13

    4 enero
    Hannah
    
   -Vamos, Hannah, es hora de levantarse.
    -Cinco minutos más...
    Mi madre me siguió diciendo que me levantase, pero yo no le hice caso. Había tenido un sueño de lo más raro: era una chica que controlaba a los dragones, en una escuela donde había un chico que estaba bastante bueno, y muchos chicos que se podían transformar en dragones.
    Abrí parpadeando un ojo, y me lleve una gran decepción al ver a Rin mirándome desde arriba, con el ceño fruncido.
    -Por fin te despiertas -protestó.
    Me incorporé hasta estar sentada. Por primera vez desde la muerte de mis padres, me entraron ganas de llorar. De repente eché de menos a mi madre, y me di cuenta de que con tantas emociones del día anterior, ni siquiera me había dado cuenta de que nunca más volvería a ver a mis padres. Los ojos se me llenaron de lágrimas, pero parpadeé para espantarlas, pues no quería parecer débil delante de mi amiga.
    -¿Qué... -bostecé- hora es?
    -Las ocho en punto. Y los entrenamientos empiezan a las ocho y media. Corre -sonrió sarcásticamente-, eres la única que queda.
    Era verdad. El resto de las personas de la sala ya estaba haciendo sus camas, ya vestidos y peinados.
    Me levanté de un salto y me metí en el baño, una puerta al fondo del cuarto. Me lavé la cara y me peiné con un cepillo que había al lado del lavabo. Me hice una cola caballo un poco improvisada con una pulsera de goma que llevaba puesta en la muñeca, que, en verdad, era muy raro que no se hubiera quemado en el incendio.
    La ropa que tenía estaba sucia, quemada por algunos lados, y olía a pescado podrido. estaba claro que no podía llegar a entrenar con eso. El problema era que no sabía que ponerme. Me giré y vi a Rin apoyada en el marco de la puerta, y como si me hubiese leído la mente, me dijo:
    -Tienes ropa nueva e el cajón de tu mesita de noche.
   Arqueé las cejas y corrí hasta mi cama. A su lado había una mesita de madera que me llegaba por las rodillas. Se sostenía a cuatro patas, las cuales se curvaban al final, dejando la parte de abajo plana. Tenía dos cajones, uno encima del otro. Abrí el de arriba, donde tenía ropa interior limpia y bien doblada, incluyendo calcetines bastante coloridos para mi gusto. En el de abajo, efectivamente, había tanto camisetas como pantalones. Lo más raro era que... que era la ropa que yo tenía antes. Me volvieron a escocer los ojos, pero esta vez, no reprimí las lágrimas.

Rin me guió hasta la sala de entrenamientos, aunque tampoco me hacía mucha falta, pues yo ya había entrado allí antes. La verdad, no sé para que la llamaban "sala", ya que no había ningún techo que la cubriera. El cielo gris y frío del invierno se cernía sobre mi cabeza. Una vez más, Rin vio en mi expresión lo que estaba pensando:
    -Eso es solo una ilusión fabricada por el director. -Señaló al cielo- ¿No recuerdas que estamos bajo tierra?
    Me sentí bastante estúpida al no haberme dado cuenta, pero intenté que no se notara.
    Entonces recordé lo de aquella noche.
    -Ah, Rin. Se me olvidó darte las gracias por lo de anoche -le dije a la chica asiática-. Gracias a ti conseguí volver a dormir.
    Ella me miró, confundida:
    -¿Gracias? Pero si anoche no me desperté en ningún momento...
    Me sorprendí bastante. justo cuando iba a decirle lo que hizo ayer, lo de perderse en "mis recuerdos", oí detrás mía una voz masculina bastante familiar:
    -Todos los nuevos, en fila, ya -dijo-. Tanto jinetes como etenuaris.
    Me gire, y no pude evitar sonreír al ver a Michael. Esa mañana llevaba una camiseta sin mangas blanca y unos pantalones de deporte negros. Tenía el pelo de color canela desordenado, y, en verdad, me gustaba mucho más así que peinado. Tenía el semblante serio, pero hablaba de forma juguetona, coma la primera vez que le vi. Justo cuando le iba a saludar, miró un poco más a mi derecha y sonrió de oreja a oreja. 
    Giré la cabeza y me di cuenta de que Michael miraba a Emily, que estaba hablando con otros chicos que seguramente fuesen etenuaris que compartían habitación con ella.
    -Ahora que lo pienso -dijo Rin-. Aún no te he presentado a nadie de nuestra habitación, ¿no? 
    Me sentí bastante agradecida con ella por querer ayudarme a hacer amigos, así que esbocé una sonrisa y seguí a Rin para colocarnos en la fila que habían hecho los jinetes nuevos, supuse.
    -Bien -me susurro mi amiga-.Yo me tengo que ir, porque no soy nueva, pero buena suerte. -Se despidió con la mano y salió corriendo del lugar. 
    Ahora si que me había perdido. No teía ni idea de que hacer. Hasta ese momento, Rin me había estado acompañando y diciéndome que hacer, pero ahora no tenía ni la menor idea de que me tocaba hacer. 
    Estaba tan ensimismada pensando en que iba a hacer el ridículo hasta que oí a Michael dar una orden. No le entendí, pero supe que había dicho al ver que todos los etenuaris se separaban de la fila y hacían otra justo enfrente de los jinetes. Busqué a Emily con la mirada, y la encontré muy a la izquierda. Entonces me dí cuenta de que tenía el brazo donde Annellie le había mordido vnadado, y me pregunté si eso le haría fallar en la prueba. La etenuaris estaba entre un chico de mi estatura con el pelo blanco azulado, seguramente el color de su forma "dragonil", y una chica negra con unos extraños guantes rosa palo.
    Enfrente mía había un niño de unos nueve años, bastante normalito, hasta que me dí cuenta de que una mecha parecida a la de Emily, pero azul marino, le caía por el hombro, como si se hubiese cortado todo el pelo menos ese mechón.
    Seguí mirando a todos los etenuaris, intentando averiguar de que color eran sus otras formas hasta que la voz de Michael resonó por toda la sala de entrenamientos:
    -Bien. Hola a todos. -Empezó a camiar con las manos en la espalda por enfrente nuestra, mirándonos, como si intentase meterse en nuestras cabezas para averiguar porque estábamos allí-. Para los que aún no lo sepan, mi nombre es Michael. No quiero que me llaméis ni entrenador, ni profesor, ni jefe ni nada de eso. Michael. ¿Entendido? -llegó al final de las filas y se giró. Sin esperar respuestas, continuó- No quiero aburriros, así que no penséis que os voy a dar un discurso de esos, pero dejarme deciros unas cosas -se paró justo enfrente mía, en el centro de las dos filas, pero siguió mirándonos a todos-: durante estos meses que vais a estar aquí, entrenaréis, a veces duramente, y a veces no. Yo os ayudaré en todo momento, y si necesitáis ayuda, podéis acudir o a mi, o a alguien que este en un curso más alto. Esta escuela también tiene sus reglas, pero yo no soy el que os las va a decir. Bueno, yo también soy un chico, y esas cosas me parecen tan aburridas como a vosotros -sonrió y ya no me pareció tan duro-, pero el director os las dirá, y debéis cumplirlas. Y ahora, empezaremos con el entrenamiento.
    Se me revolvió el estómago. ¿Qué prueba nos pondría? ¿Y sí la hacía tan mal que me echaban?
    -Bien -repitió Michael-. No os pongáis nerviosos. Lo que vais a hacer es muy fácil. -Nos miró a los jinetes- Vosotros iréis, de uno en uno ordenando a los etenuaris que se transformen por orden, según yo os nombre. El que os haga caso... -se giró hacía los etenuaris- y vosotros sabréis si hay que hacerle caso... -volvió a girarse- será vuestro compañero durante todo el curso. Y si ninguno os hace caso significará que debéis de tener un dragón normal. ¡Comencemos!
    Ahora si que me había puesto nerviosa. Sentía que iba a vomitar... ¿Y sí ninguno de los etenuaris me hacía caso? Tampoco me hacía mucha gracia lo de tener un dragón normal, que no pensaba como una persona y que podía comerme de un solo bocado si quería.
    Los jinetes empezaron a ir andando, según los nombraba Michael, hacia los etenuaris. 
    La mayoría de los que habían salido habían conseguido que su etenuaris se transformara bastante pronto. Otros no tuvieron tanta suerte y no consiguieron que ninguno se transformase.
    Conseguí enterarme de los resultados de los cinco anteriores a mi: un chico llamado Fred hizo transformarse al niño de nueve años, que se llamaba Oliver. Una chica, una tal Trina, se quedó con un chico negro con el pelo corto y rizado, Matt. Otra que aparentaba tener mi edad se quedó sin etenuaris, y me hizo sentirme mal por ella. Un chico con el pelo negro y de punta que se llamaba William terminó con una chica rubia con los ojos de un extraño rosa fucsia, que se llamaba Elia. El jinete que estaba a mi lado también acabo sin etenuaris.
    -¡Hannah Virtanen!
    Se me subió el corazón a la garganta, pero caminé con paso firme hacia la fila de etenuaris. Ya no quedaban muchos...
    Tragué saliva y le ordené al primero. No se movió. Me pasó lo mismo con el primero, el segundo, el tercero... Y llegué a Emily.
    -Transformate -le susurré. 
    Abrió los ojos como platos y tensó todos los músculos, y empezó a convertirse en un dragón verde esmeralda.

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martes, 22 de julio de 2014

Capítulo 12.

    3 Enero
    Emily    

    La enfermería era un lugar grande y bien iluminado con amplias camas adornadas con cabeceros metálicos y pulcras sábanas blancas. El techo era de un color claro y muy ornamentado, dándole a la sala un aire refinado. En una de las aparentemente cómodas camas había un chico con toda la cabeza vendada, menos los ojos que eran de un marrón cálido, aunque estaban inyectados en sangre.
    Me acerqué un poco a Leo, intimidada.
    -Eso es... ¿Muy frecuente? -le susurré, intentando que mi voz sonase firme-. Lo de... aquel chico.
    -Pues... Sí bastante -Leo compuso una mueca-. Una vez un compañero perdió un brazo.
    Me estremecí, sin percatarme de que Leo me estaba tomando el pelo. Soltó una carcajada.
    -Estaba bromeando, Emi -me puso una mano en el hombro para que fuese más rápido.
     Atravesamos la habitación, que al final giraba a la derecha dejando un pequeño cuarto parecido a un despacho, adjuntado a la enfermería pero en la misma habitación, sin pared que los separasen. Allí había un enorme dragón amarillo posado sobre sus patas y con los ojos llorosos, lo que hacía que fuese menos intimidante. La enfermera, una mujer de pelo rojizo muy rizado que llevaba una pequeñas gafas redondas, le miraba desde abajo, poniéndole una mano en el hocico para tranquilizarlo.
    -Sullivan, relájate -murmuró la enfermera, con voz tranquilizadora.
    El dragón soltó un quejido lastimero, intentando decirle que no podía, que lo estaba intentando.
    -Señorita Lawler -Leo carraspeó-. Te traigo a Emily. Le... mordió un etenuaris.
    La mujer, que era baijta y rechoncha, se giró en redondo y entrecerró sus pequeños ojos hacia nosotros.
    -¿Cómo fue? -me reprendió con su vocecita chillona, mientras examinaba la herida y me hacía sentarme en una cama.
    Le conté más o menos lo que nos había pasado. Ella escuchaba con atención, vendándome la herida con una tela resistente.
    -¡Guau! -oí decir a una voz a mi izquierda, justo donde antes se encontraba el enorme dragón amarillo-. ¿Y luchaste contra esa etenuaris aunque fuese la primera vez que te transformabas?
    Giré la cabeza para mirarle, extrañada. El chico que había hablado era bajito y delgado con el pelo castaño y un flequillo demasiado largo. Sus ojos eran de un increíble color amarillo, y brillaban de una manera extraña. Llevaba una sudadera tres tallas más grande que le llegaba por las rodillas.
    -¡Así se hace, Sullivan! ¡Lo has conseguido! -exclamó la rechoncha mujer.
    -¿Qué? -Sulli miró hacia abajo, extrañado-.¡Anda! ¡Es verdad! -y sin decir nada más salió de la enfermería corriendo. Chrome - Handwriting

jueves, 17 de abril de 2014

Capítulo 11

  3 Enero
  Hannah


    Me encontraba en la inmensa oscuridad. No había ni una pizca de luz, lo cuál me hacía sentir un tanto perdida. Intenté andar, pero los pies me pesaban como plomo.
    Solté un gruñido y seguí tambaleándome, pero no conseguí mover los pies del suelo, ni arrastrarlos, ni mover los dedos. Nada.
    Mientras intentaba liberarme de la inmovilidad, distinguí un pequeño brillo al fondo, que se acercaba cada vez más, hasta dejar todo el lugar iluminado, lo que me hizo entrecerrar los ojos para poder ver lo que estaba a unos 20 metros de mi: un espejo de pie con bordes dorados, que se curvaban creando figuras parecidas a las olas del mar. El cristal estaba todo cubierto por una espesa capa de polvo y manchas de yo que se que. También tenía rajas por todos lados, dándole una expresión un poco tétrica.
    Intenté andar, porque solo se me ocurría huir en ese momento. La luz empezó a desaparecer por el alrededor del espejo, pero quedó la suficiente para que este aún se pudiera ver entero.
    Me quedé quieta, porque había oído unos pasos por detrás mía. Una persona apareció a unos metros de mi lado y comenzó a caminar hacía el centro de la habitación, hacia el único sitio donde quedaba luz.
    Una chica. Una chica de pelo corto y ondulado es la que se miraba en el espejo. Solo le pude ver las espaldas, ya que el cristal estaba tan sucio que era imposible distinguir el rostro de quién se miraba en el.
    -Ocurrirá dentro de poco.- Oí que decía. Me resultó tan familiar su voz...-Dentro de muy poco.
    -No. ¡No!- era la misma voz, solo que parecía asustada y... Oh, vaya... La chica estaba hablando con su reflejo- No le hagas daño...
    -Si no conseguimos destruirla, puede destruirnos a nosotros junto con la etenua...
    -¡¡No!!- la interrumpió el reflejo- ¡¡No le hagas daño!! ¡¡Despierta!! ¡¡¡DESPIÉRTATE!!!
    Entonces la chica se dio la vuelta, y le vi el rostro. El corazón se me subió a la garganta: estaba viendo a Rin, con una expresión terrorífica.

    Abrí los ojos, sobresaltada. Me encontraba en la cómoda cama de la habitación de los jinetes.

    Resoplé. Solo había sido una pesadilla. Oí que alguien tosía en la cama de al lado. Me incorporé y vi a Rin, que miraba, aburrida, al techo. Cuando se dio cuenta de que yo estaba despierta, me sonrió y se sentó.
    - ¿Qué? -susurró- ¿Tú tampoco puedes dormir?
    - No exactamente. He tenido una pesadilla.
    - Ah. ¿Y que ocurría en ella?
    - Bueno...- no pensaba contarle que había soñado con ella- Pues... no me acuerdo muy bien...
    -Tienes que hacerme alguna pregunta, ¿no?
    ¡Pues claro que tenía que hacerle preguntas! Millones, vamos. Pero solo le pregunté las menos importantes:
    -Rin... ¿Por qué la última vez que me desmayé estaba empapada?¿Y por qué Emily escupió fuego por la boca cuando lo pedí?¿Donde está Andrew? No le harán daño, ¿verdad?
    Mi amiga escuchó atenta, y empezó a contestar, una a una.
    - Estabas empapada porque todo tu cuerpo había empezado a arder, como una antorcha.
    La miré, con la boca abierta, y me imaginé ardiendo.
    - Emi te hizo caso porque, como ya te dije, tu eres una jinete especial, capaz de controlar a todos los etenuaris. Ahora, a Andrew se lo han llevado para interrogarlo, y ya te lo dije, no le harán daño.
    Suspiré, y me tumbé, incómoda.
    - Mmm... tu lo que necesitas en perderte en tus recuerdos, ¿no?- dijo al cabo de un rato Rin
    - ¿Qué? ¿Qué es eso?
    Sonrió y alzó la mano derecha. Estiró el dedo índice señalando al techo, y en unos segundos apareció una llamita que empezó a bailar sobre su yema. Miré fascinada como el fuego empezó a desaparecer en su dedo, y al instante, mi amiga se deshizo en cenizas. Quise gritar, pero yo también me convertí en cenizas. Mientras mi cuerpo de deshacía, conseguí soltar un pequeño gritito.

    Una mano aferraba fuertemente la mía. Miré hacia mi lado derecho. Rin estaba con la vista clavada en mi frente.

    -¿Rin, donde...?- murmuré, temblando.
    -En tu mente.- me interrumpió -Si, en tu mente- añadió, al ver mi pasmo.
    Mis pies no tocaban el suelo: estaba flotando, en una inmensa sala blanca. De repente, enfrente mía apareció una esfera de cristal con una maqueta de una tarta en su interior. Me pareció una de esas bolas que cuando se agitan empieza a nevar en su interior, así que la sacudí con fuerza. En vez de nevar dentro de ella, esta se incendió, y después, también lo hicieron las paredes de la habitación.
    Ahora estábamos en el salón de mi antigua casa. La chimenea estaba encendida y alrededor de una mesa larga estaban sentados muchos niños y niñas de más o menos de siete u ocho años.
    Mi madre entró por una puerta del fondo, con una tarta de chocolate y galletas que llevaba una velita con el número 8.
    Llevó la tarta a un lado de la mesa, enfrente de una niña con el pelo largo y rubio. Sonreí al verme tan contenta.
    Todos los niños empezaron a cantarle cumpleaños feliz a Mi Yo Pasada. Después, Mi Pasado sopló la vela, y todo desapareció, dando lugar a otra escena.
     Ahora Rin y yo nos encontrábamos en mitad de un patio de recreo. Delante nuestra, en un banco, Mi Pasado 10 años estaba sentada en un banco, sujetándose las rodillas. Miraba con los ojos brillantes detrás nuestra, atravesándonos con la mirada. me giré para ver que estaba vigilando: un montón de chicos jugando al Fútbol. Pero Mi Yo Pasada miraba a uno en especial. Un chico con el pelo castaño claro, alto y delgado, que jugaba bastante bien.
    - ¿Quién es ese?- me sobresalté al escuchar a mi amiga, pues ni la recordaba.
    -Ah, él...- murmuré -se llama Steban. Estaba enamorada de él desde los 8 años. Con 12 se hizo mi mejor amigo.
    -Vaya.- rió la chica asiática -¿Crees que Michael también se hará tu mejor amigo?
    -¿Qué?
    -Oh, vamos, Hannah. Se nota mucho que te gusta.
    - ¿Có-cómo...?- pregunté, asustada -¿Cómo lo sabes? ¿Y quién más lo sabe?
    Rin rió por lo bajo, pero no contesto.
    La escena volvió a cambiar. Todo estaba a oscuras, pero una luz iluminaba un poco la habitación. MI habitación.
    La luz venía de debajo del edredón de la cama del centro. Era yo, seguro, porque por las noches me encantaba leer a escondidas de mis padres, con una linterna para alumbrarme.
    De repente volvíamos a estar en el dormitorio para los jinetes.
    -¿Qué ha sido eso?- pregunté.
    -Tus mejores recuerdos.-contestó Rin, y se volvió a dormir. Chrome - Handwriting

domingo, 30 de marzo de 2014

Capítulo 10.

  3 de Enero
  Emily

  Miré a ambos lados antes de fijar mi mirada en la gruesa puerta de madera de arce frente a la que me encontraba. Michael, el chico que nos había recibido, me acababa de dejar allí, después de llevar a Hannah y a Rin a su respectivo cuarto.
  Toqué el pomo de metal y respiré hondo. Me sentía como si me encontrase debajo del agua, como si una presión invisible me impidiese pensar con claridad. En menos de dos días mi vida había cambiado radicalmente y no estaba segura de si me gustaba. No estaba segura de nada.
  Y ahí me encontraba, a las puertas de lo que sería mi nuevo hogar, nuevos compañeros, nuevas costumbres. A decir verdad, me aterraba.
  Me armé de valor y giré el pomo con decisión. Ni siquiera me dio tiempo a tirar de la puerta hacia mí para abrirla, cuando una silueta delgada salió del cuarto, tropezando y tirándonos a los dos al suelo.
  -Lo siento -murmuró con nerviosismo el chico-. Lo siento muchísimo.
  Se levantó con una rapidez y una agilidad inusual para un chico de su complexión y me tendió una mano.
  -Soy Leo, etenuaris negro -sonrío con torpeza mientras me ayudaba a levantarme-. ¿Y tú? Eres nueva, ¿verdad?
  Ladeé la cabeza, ligeramente divertida.
  -Sí. Me llamo Emi. Etenuaris verde.
  El chico se pasó una mano por el pelo negro, algo avergonzado.
  -Te puedo enseñar esto. Mmh... -sus pálidas mejillas se tiñeron de rosa- S-solo si quieres.
  No pude evitar soltar una sonora carcajada. Se le notaba a la legua que era un chico tímido y me dio algo de pena.
  -Claro que sí. Te lo agradecería mucho.
  Leo sonrió, algo más seguro de si mismo.
  -Por aquí -señaló la puerta de arce, por donde había salido, y la traspasó seguido por mí.
  La luz de la habitación fue un estallido blanco sobre mi iris, y por un momento no pude ver nada más. Parpadeé, sorprendida. Nos encontrábamos en una espaciosa sala del tamaño de un campo de fútbol, con las paredes recubiertas de verdes enredaderas. Enormes árboles de troncos extraordinariamente gruesos y rugosos se extendían por el lugar, alzándose hasta rozar el techo, que parecía tan inalcanzable como el sol.
  -¿Te gusta? -Leo se había girado hacia mí y me observaba con una media sonrisa.
  -C-claro -murmuré, anonadada.
  El chico de pelo negro miró hacia uno de los árboles que más cerca estaban. En él había unos chicos, más o menos de mi edad, que se tiraban por turnos de una de las ramas más altas, para convertirse en feroces dragones en medio de la caída.
  -Esos son mis compañeros -dijo Leo, al verme observándolos-. Ven, te los presentaré.
  Nos acercamos a ellos y esperamos a que volviesen a precipitarse del árbol.
  -Esos de allí -señaló a un chico y a una chica rubios, casi idénticos, que hablaban pausada y cautamente-, son Jack y Jenny, los mellizos. No los conozco mucho, pero van a la misma clase que yo. Son algo raritos. Etenuaris azules, como sus ojos.
  Ellos miraron hacia nosotros y el chico hizo un extraño moín con las manos, mientras que la chica tiraba de él hacia un árbol, mirándome con terror.
  -No les hagas caso -Leo rió por lo bajo, con la mirada puesta en sus amigos, que se acercaban a nosotros.
  Sonreí como pude, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo.
  -¡Leo! -una chica africana de pelo color canela corrió hacia nosotros y me miró, curiosa- ¿Nueva? -preguntó. Al ver que yo asentía, me tendió una mano- Yo soy Rose, etenuaris rosa. Rosa... palo.
  -Emi -su mano era cálida y suave, y estaba cubierta con unos extraños guantes rosas con la misma textura que su piel-. Etenuaris verde.
  Miré por encima de su hombro y vi a Leo hablando con una adolescente de pelo castaño corto, algo desgreñado. Era robusta y miraba al etenuaris negro con un brillo extraño en los ojos. Leo la arrastró hacia mí.
  -Esta es Megan, una etenuaris naranja.
  Megan me estrechó la mano con demasiada fuerza para mi gusto, haciéndome soltar una exclamación de dolor.
  -Encantada, Emily -murmuró, con su voz teñida por el odio.
  Solté su mano de un tirón y me froté la muñeca, manchándome la mano de sangre del mordisco de Annellie.
  -¡¿Qué te ha pasado?! -Rose me miraba con los ojos abiertos como platos.
  -No es nada -susurré con cansancio-. Resultó que nuestra cocinera era una etenuaris y no tenía muy buenas intenciones.
  Leo me puso una mano en el hombro, con el rostro marcado por la preocupación.
  -Ven -me condujo hasta una puerta blanca camuflada entre las enredaderas y la abrió de un tirón. Chrome - Handwriting

martes, 11 de marzo de 2014

Capitulo 9

    3 enero
    Hannah

    Mientras caminábamos bosque adentro, Emi me cogió del brazo y me llevó lejos de Rin y Andrew. 
    - Oye, mira... - estaba más roja que la sangre que tenía en la camiseta. - Siento... siento no haberte creído...es que... me parecía tan raro que...
    - Tranquila - le sonreí. -  Ya está todo aclarado.
    Resopló.
    -Venga, Emi. Rin y Andrew nos han adelantado por mucho.
    Corrimos hacia nuestros compañeros. Caminamos un rato, que se hizo muy largo, ya que entre todos había un silencio incómodo. Miré al novio de Emily. Estaba algo tenso, normal. A ver, imagínate que tu chica se transforma en un dragón, y que vas paseando con dos niñas que controlan los dragones y el fuego. Además, él era el único normal de la pandilla.
    Me preocupe. ¿Y si él no podía entrar en la escuela que Rin había mencionado?
    Emily parecía tener la misma preocupación, mirando al chico, con tristeza.
    De golpe nos paramos en frente de una secuoya. Rin empezó a hablar con el árbol, creo.
    -Rin Chen Lüo, jinete de dragones; Hannah Virtanen, jinete de dragones; Emily Niami, etenuaris; Andrew Toivolen, mortal.
    -¿Donde quieren ir?
Me gire para ver quien lo había dicho, pero me dí cuenta de que había sido el árbol el que había hablado.
    -Escuela de dragones, planta -2, habitación 18.
    La secuoya se abrió como un ascensor y nos metimos dentro.
    Allí olía a hierbabuena y a savia. Hacía calor, algo agradable, ya que fuera estaba todo cubierto de nieve.
    El árbol-ascensor comenzó a bajar, y una pequeña sacudida me informo de que habíamos llegado.
    Creo que, al salir, fui la que más se sorprendió. Nos encontrábamos en una sala del tamaño de 2 campos de fútbol, con techo, paredes y suelo de piedra blanca. En ella había muchas personas y dragones entrenando. Todo estaba cubierto de hierba y de árboles altísimos, que sobrepasaban el techo. Los jinetes llevaban armadura y armas en cinturones de cuero. Me fije en una chica de pelo rizado de color chocolate, subida en un dragón azul, esquivando obstáculos y dándole órdenes a su amigo gigante.
    Baje la vista, y me quede paralizada. Un chico de ojos marrones y pelo color canela se acercó a nosotros. Era alto y delgado, con los brazos fuertes. Nos miro a todos con una sonrisa juguetona, excepto a Emi, a la que observó más y con una sonrisa más apuesta.
    - Hey. Supongo que seréis nuevos - su voz era encantadoramente suave. Miro a Emily. - No sabía que hubieran etenuaris tan guapas.
    Ella se sonrojó, y Andy se puso delante de ella con el ceño fruncido.
    - Ey, que ya tiene novio
    Me quede algo decepcionada. El chico nos dijo:
    - Os lo enseñare todo.
    Primero nos llevó a una sala que parecía un establo solo que, en vez de caballos, había un montón de dragones de distintos colores y tamaños. Me fijé en uno naranja sin alas, que miró a Rin. Supuse que era suyo, un dragón chino.
    Emily miró preocupada al chico que nos guiaba.
    -Yo no viviré aquí, ¿verdad?
    - No, para las etenuaris hay una sala especial - respondió, soltando una sonora carcajada.
    Luego nos guió a Rin y a mí a una habitación llena de camas. En ella se encontraban un montón de chicos y chicas de nuestra edad, más o menos.
    - ¡Rin! - una chica asiática, idéntica a la compañera de Emily, pero con una coleta alta, se levantó de golpe y vino corriendo hacia nosotros.
    Abrazó a Rin con fuerza y le plantó dos besos en las mejillas.
    - ¡Para, Xiang! No es para tanto - dijo nuestra amiga, con una sincera sonrisa dibujada en los labios.
    Me fijé en que los demás chicos del cuarto eran todos de distintas nacionalidades. Había un chico marroquí, una chica brasileña...
    Cuando Xiang dejó de abrazar a Rin, el chico de pelo color canela nos enseñó nuestras camas, donde taladreé a Rin a preguntas.
    - ¿Quién era esa chica? ¿Y el chico que nos ha traido aquí? ¿Quienes son todas estas personas? ¿Dónde están Emi y Andy?
    Rin me puso una mano delante de la cara.
    - Para, una por una. Esa chica es mi hermana gemela, Xiang. El chico se llama Michael, y es otro jinete, como todas las personas que hay en este cuarto. Y... A Emi la habrán llevado a la habitacion de los semi-dragones. En cuanto a Andy... No sé, seguramente Michael se lo habrá llevado a que le interroguen. Estará bien, - añadió, al ver mi cara de preocupación.
    Ahí cesó la conversación, ya que nada más apoyar la cabeza en la almohada me dormí, vencida por el cansancio. Chrome - Handwriting

Capitulo 8

    3 enero
    Emily

   
 Todo ocurrió tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar.
    Sentí una dolorosa punzada en la nuca y cerré los ojos con fuerza. Una cálida y acogedora brisa me envolvió y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí a gusto.
    Pero no duró demasiado, ya que una ráfaga de ardiente dolor recorriéndome el brazo me devolvió a la realidad.
    El enorme dragón (Annelli) me incaba los dientes más arriba de la mano. No de la mano... si no de una zarpa. Me sacudí con violencia, haciendo que me soltase y derribando unas cuantas mesas.
    A mi derecha se encontraban Andy, Hannah, y Rin. Los dos primeros me miraban asombrados, pero la chica asiática me sonreía, orgullosa. Estaban rodeados por una cúpula transparente, un poco rojiza, que os protegía del fuego.
    Entonces o entendí todo. Me había transformada en un dragón. "Tú, Emi, eres una etenuaris verde" había dicho Rin. "Para vosotras, una mitad dragón."
    Ahora sabía perfectamente lo que tenía que hacer; le enseñé los colmillos  al dragón  y me abalancé sobre él. Le mordí el hombro y rugió de dolor, haciendo vibrar los cristales.
 Se abalanzó sobre mí y caímos al suelo. Sentí una mesa astillarse en mi espalda, produciendo un gran crujido. Clavé mis garras en la ala derecha de Annellie y tiré con fuerza, desgarrándola. Gruñó de dolor, se levantó  y calló del edificio, formando un gran agujero en la pared.
    Todavía tumbada en el suelo, volví a sentir una punzada en la cabeza y, unos segundos después, era yo de nuevo, rodeada de llamas.
    Andy vino hacia mí y me ayudó a levantarme.
    -¡Emi! ¡Ha sido genial! -dijo Rin, al llegar corriendo, sorprendida-. Pero ahora tenemos que salir de aquí. No podemos quedarnos charlando mientras el edificio se nos cae encima.
    -Pero... - balbuceé, débil-. ¿Y todos los huérfanos que siguen vivos pero están atrapados?
    Una viga ardiendo empezó a desprenderse, pero la cúpula la paró, titilando levemente. Rin cayó de rodillas, jadeando.
    -No creo que quede ninguno vivo y, de todas maneras, no podré mantenerla mucho más -señaló la capa rojiza que nos rodeaba.
    Hannah la sujetó y nos acercamos a la pared destrozada, por la que se vislumbraba  un denso bosque.
    Rin me miró. Una gotita de sudor le resbalaba por la frente. 
    -Ahora, transfórmate de nuevo.
    Parpadeé.
    -¿Qué? -pregunté, sorprendida.
    -De alguna manera tendremos que salir de aquí, ¿no? -dijo, elevando una ceja.
    -¿Quieres que vuele? ¿¡Estás loca?! -pregunté, incrédula.
    -Hazlo, rápido.
    La asiática me escudriñaba, muy seria, rogándome que emprendiese el vuelo sin pensármelo más. Suspiré y cerré y los ojos, intentando apaciguar los acelerados latidos de mi corazón.
    Al momento sentí el familiar dolor en la nuca y, al abrir los ojos, volvía a ser un dragón verde esmeralda.
    Sentí que mis tres amigos se me subían a la espalda.
    -¡Vamos! -gritó Rin-. ¡Vuela!
    "No puedo" dije, desesperada, pero de mi boca solo salió un rugido.
    Noté que una mano me daba palmaditas en la espalda.
    -¡Sí que puedes! -oí vociferar a Hannah; me quedé estupefacta, ¿me había entendido?
    -¡Vamos, Emily! Solo bate las alas -me apremió Rin.
    Apreté los párpados y me lancé al vacío. Extendí las alas y la caída se frenó de golpe. Las batí con fuerza, impulsándome hacia delante. Abrí los ojos. Estaba planeando sobre los árboles, sintiendo el aire azotarme el rostro. Era una sensación genial.
    "¿A dónde vamos?" rugí.
    -Rin, ¿a dónde vamos? -preguntó Hannah.
    -Solo nos internaremos algo más en el bosque, hasta que yo diga de bajar -contestó la chica asiática.
    Seguimos adelante hacia el centro de la espesura y yo empecé a sentirme exhausta. Sentía los miembros entumecidos y, cada movimiento de alas, me producía una punzada de dolor en la espalda.
    -¡Baja, Emi! -gritó Rin.
    Aliviada, empecé a descender. Entonces me dí cuenta de una cosa: no tenía ni idea de como aterrizar. Bajé más, atravesando las copas de los árboles, cuyas ramas me arañaron al pasar.
     Ya estaba bastante cerca del suelo.
    -¿¡Qué haces?! -dijo Hannah, una pizca de temor teñía su voz.
    "Saltad", gruñí.
    -¿Qué? -murmuró, desconcertada.
    "¡Qué saltéis! ¡Ya!"
    -¡Saltad! -ordenó.
    Dejé de sentir sus pesos en mi espalda e inmovilicé las alas contra mi cuerpo. Me concentré en mi aspecto habitual y empecé a sentirme más ligera.
    Un brusco golpe en el costado me avisó de que volvía a estar en tierra. Me dolía todo.
    Conseguí ponerme en pie con dificultad y me tambaleé en la dirección en la que había venido.
    -¡Andy! -grité, desesperada-. ¡Hannah! ¡Rin!
    Escuché unas pisadas sobre las hojas secas.
    -¿¡Hola!? -exclamé, a penas sin fuerza.
    Se me doblaron las rodillas y entreví a alguien corriendo hacia mí. Caí sobre la tierra húmeda, agotada. Noté unas manos que me agarraban de los hombros y me daban la vuelta. Arrodillados a mi lado estaban mis tres compañeros. Hannah seguía aferrándome los hombros con fuerza, como si temiese que me fuera a escapar.
    -¿Estás bien? -preguntó.
    Me incorporé con dificultad hasta quedar sentada y apoyé la espalda contra un árbol.
   -Sí -contesté secamente.
   Andrew me miró con el ceño fruncido.
    -Pues no lo pareces -me pasó un dedo por el pómulo y lo retiró manchado de sangre.
    -Solo es un rasguño, -me encogí de hombros-. Vosotros también tenéis unos cuantos.
    Era cierto, Hannah tenía los brazos llenos de arañazos y el pelo cubierto de hojas secas, mientras que Andy tenía la cara llena de tierra y un corte superficial en la frente. Rin, sin embargo, se agarraba el brazo con una mueca de dolor y le estaba saliendo un buen moratón en la mejilla.
    Hannah cogió mi brazo izquierdo con brusquedad. Apreté los dientes, intentando no gritar de dolor.
    -¿Y esto? -me subió la manga-. ¿Solo un rasguño?
    -Ah, ya, -dije, intentando quitarle importancia-. Madame Annellie me mordió, tampoco es para tanto...
    Las marcas de los dientes eran profundas y la camiseta se me pegaba al brazo por la sangre seca.
    -No seas estúpida, -intervino Rin, enfadada-. Podría infectarse. Además, todavía te sangra. Tenemos que llegar rápido a la escuela.
    -¿A la escuela? -preguntó Andy irritado.
    -Una escuela para medio dragones y sus jinetes -respondió Rin.
    -¿Una escuela para dragones en medio del bosque? -la interrumpí-. Seguro que sobresale de los árboles. Alguien tendría que haberla visto.
    -No entre los árboles -contestó enigmáticamente-. Si no bajo ellos.
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Capitulo 7

    3 enero
    Hannah

    En la cama Rin empezó a hablar.
    -Veréis, seguramente no os lo creáis... -Emily la cortó.
    -¡Oh, por favor! Escupo fuego por la boca. Ya me puedo creer que las hadas existen.
    -Esto... Rin, continua -dije.
    -Ya, bueno. Lo que decía. Esto, o sea, lo que esta pasando...- Rin estaba en parte nerviosa y en parte preocupada-. Ufff..... -pero, de repente, puso cara seria y continuo-. Hannah, tu eres jinete de dragón, controlas el fuego. Puedes hablar con los dragones, al igual que yo.
    Entonces recordé. El dragón de mi hombro era la marca que tenía Rin. La creí.Habían pasado muchas cosas raras. Pero...
    -Espera -comencé- mi marca y la tuya no son iguales. La tuya es una especie de serpiente y la mía es un dragón alado.
    Rin sonrió. 
    -Claro. Es un dragón chino, mi hogar es china -entonces empezó a hablar en un idioma rarísimo-.  我控制着中国的龙。但我注意到,你控制所有。了解为什么外国人。我的意思是我
    No se como, pero la entendí: "Yo controlo los dragones chinos. Pero me he dado cuenta de que tú los controlas a todos. Por eso entiendes a los extranjeros. Por eso me entiendes a mi."
    Emi estaba mirándonos, confundida. Posó sus extraños ojos en mí.
    -¿Que ha dicho? -la ignoramos.
    -Tú, Emi, eres una etenuaris verde.
    -¿Una etenu-que?
    -Para vosotras, una mitad dragón.
    Emily seguramente estaba tan sorprendida como yo. Me miro con cara tipo:" A Rin se le ha ido la chabeta"
    -Rin, -le dijo Emily con calma-. Necesitas dormir, eso es lo que te pasa.
    Rin estaba al borde de las lagrimas.
    -Emi... ¿no me crees?
    -Yo... 
     En ese instante, Andrew entro, más pálido que la cera.
    -Fuego.

     Salimos rápidamente de la habitación.
    La cocina estaba en llamas. 
    Vi a Madame Annellie detrás del mostrador.
    Pero no parecía asustada. Entonces, comenzó a crecer, hasta ser de unos 6 metros. Su piel se volvió roja, y de sus hombros comenzaron a salir gruesas alas.
    El dragón comenzó a hablar con la vocecilla de Annellie.
    -Por fin ha llegado tu hora, Hannah Virtanen, jinete de dragones.

      En el suelo había algunos huérfanos que habían tenido el mismo destino de mis padres. Otros aún respiraban, gracias a Dios.
    Me gire hacía Rin. Estaba asustada pero aun así, puso las manos estiradas y una cúpula roja empezó a protegernos.


    -Emi, transfórmate -dijo.
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